jueves, 2 de octubre de 2008

Benzin

Las gasolineras parecen ser lugares extraños que pertenecen a un mundo paralelo. Han evolucionado desde los cutres surtidores aislados, instalados a las puertas de una destartalada cabaña al lado de una carretera polvorienta, como se ven en el cine, a ser casi más grandes que los centros comerciales, con supermercado, restaurantes, hotel, guardería y demás historias. Incluso los hay que se convierten en verdaderos oásis en medio del desierto, como uno que conozco en EAU que tiene los únicos establecimientos donde comprar algo de comer en varias decenas de kilómetros a la redonda. Y, como no podía ser menos, lo que ocurre en ellas, también es casi de otro mundo.

El otro día Ishtar recomendaba tirar casi todo lo que significara pasado para no anclarnos y poder evolucionar. Yo empecé a hacer lo propio en casa el otro día, y descubrí que tengo trabajo para rato. Me asombró la cantidad de cacharros y cachivaches que me resistía a tirar, y que al cabo de los años no hacen otra cosa que criar polvo en algún rincón de la casa. Así que me pregunté: ¿para qué quiere alguien un compresor de aire en casa? Lo digo porque en varias gasolineras he visto que debes ir a pedir el manómetro para comprobar la presión de los neumáticos. Ergo, los roban. Ergo, alguien tiene uno de esos trastos en casa.

También he llegado a ver esto en una gasolinera, sin que el individuo en cuestión llegara a arrancar nada (me consta que hay quien sí lo ha vivido, con riesgo de incendio y todo). El tío había pedido que le repostaran, había ido a pagar, y pensaba arrancar sin preocuparse de nada. Había que ver la bronca que le pegó al pobre chico de la manguera por no haberle avisado. Como si la manguera no se viera, o como si el dueño no tuviera que comprobar nada.

Y, por supuesto, yo también he hecho de las mías. A veces he de mover el coche para que no me sucediera esto. Pero lo más fuerte fue el otro día, al salir de la oficina, debía tener la cabeza en otro mundo porque, al mirar el reloj del salpicadero cuando salía de la gasolinera, pensé: "Esa lucecita amarilla debería estar apagada". La cara del tipo al que le pedí que moviera el coche porque no había repostado era para sacarle una foto.