lunes, 15 de diciembre de 2008

I wish you a f... Christmas!

Vivimos, nos guste o no, en un país pasional donde los haya. Cualquier opinión discrepante da pie a las más enconadas discusiones, que (sólo) a veces llegan a las manos. El fútbol, el tráfico, la política, los vecinos de la escalera, el niño coñazo del tercero, la crisis, quién vive mejor, qué coche corre más... O sea, a ver quien mea más lejos.

Con el tema de la Navidad no podía ser menos. Hay dos bandos bastante equilibrados: los navideños y los anti-navideños. O los que dicen odiar la Navidad por que es más fashion y moderno. El tercer bando que parece existir en cualquier disputa, los de ns/nc, parece que se los ha tragado la tierra. (Inciso: falta mencionar a Reyes Magos vs. Papá Noel, pero aquí si que hay quien es un chaquetero y se apunta a todo. ¡Menuda cara!. Fin inciso).

Particularmente me decanto por la opción b: no me gusta. No entro a juzgar la vertiente religiosa y/o cultural que toda fiesta tiene, porque ni soy religioso ni conozco lo suficiente la parte cultural no relacionada con el Cristianismo en general. Pero lo que sí me parece deleznable es todo el envoltorio de la celebración: el consumismo machacón, que todos odiamos pero en el que todos caemos; la fiesta-espectáculo por definición, con luces, belenes, árboles, decoración y demás; el tener que aparentar ser feliz por decreto, "porque es Navidad"; el tener que aparentar ser buena persona sólo durante unos días, "porque es Navidad"; comilonas y cenorrios por doquier, con gente que no tragas ni te soporta, pero que "porque es Navidad" se te cuelga del hombro a llorarte sus penas borracho como una cuba; el "me llena de orgullo y satisfacción" que cada uno interpreta según quiere; las campanadas, con las fiestas saca-cuartos; las galas navideñas con artistuchos del tres al cuarto, rancios, pasados, que parecen sacados de un saldo; saltos de esquí y concierto de Año Nuevo desde Viena; las cabalgatas de Reyes...

Por lo único que he mantenido un poco la ilusión es porque, tanto en Suiza como aquí en Madrid, regresaba a mi tierra y podía estar unos días de descanso más o menos estables con la familia y los amigos. Como El Almendro, aunque yo no hacía la mili todos los años. Algo es algo.

Visto como está el patio, lo menos malo que puedo decir es

¡Feliz Navidad!


Nos vemos en Enero.

martes, 18 de noviembre de 2008

¿Pulgas? ¡Pulgones!

Hay muchas frases hechas para describir mi estado: todas las hostias van al mismo carrillo; lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible; ya lo dijo Murphy; y una de las que últimamente más me han hecho reir: Cuando caes de culo, todos los alfileres están de punta.

La semana pasada, sin avisar (como ocurren todos los imprevistos) un neumático de mi coche pidió la jubilación anticipada. Así que, como tenía sus buenos kilómetros, cambié ese y su hermano gemelo del otro lado. En el proceso, llegué a la conclusión de que esto de la crisis no es tan grave como parece, al menos para los mecánicos. Visité dos o tres talleres, cercanos unos a otros, obteniendo la misma respuesta: "Es que vamos a cerrar de aquí a un rato, ven mañana". Fui al primero que no me dijo eso, así que ellos se lo pierden; y si pueden quedarse tranquilos perdiendo un cliente potencial, es porque la crisis no les ha dado demasiado fuerte.


La vida trascurre tranquila y relajada, el sol ilumina las frías mañanas de otoño. Parecía todo perfecto. Pero no. He aquí que, desde ayer, he ingresado en el club de damnificados por la (no-)actuación de la Ministra de Fomento, igual que media España. Intenando adelantar a un camión que no podía sobrepasar los 10 km/h por una vía de servicio (todos estos sólo sirven para chatarra), me he tragado un bache del tamaño y profundidad de una ensaladera, con tan mala suerte que una de mis ruedas nuevecitas ha dicho ¡PLOFFF! y ahi se quedó.

Por si faltaba algo, el chico de la grua que ha venido a por mí era marroquí (no problem con esto), pero le gustaba oir música árabe a todo trapo y me ha deleitado con un concierto-radiocassette hasta el taller de lo más étnico y exótico. Justo lo que necesitaba para rebajar el mosqueo... Si ya lo dice la frase: A perro apaleado, todo son... ¡Pulgones!, porque las pulgas se quedan cortas.

viernes, 14 de noviembre de 2008

La palabreja

Antes de empezar, quiero dejar claro, por si alguien se siente molesto por este post, que lo que expongo es única y exclusivamente mi opinión personal, que nadie tiene por qué compartir. Es más, si alguien la comparte le pediré royalties por copiarme ;-)

Ayer volvía a casa escuchando una tertulia en la radio sobre becarios y sus penas, y escuché una palabra que me dió que pensar: igualitarismo. Sonaba un poco amenazadora y tenebrosa, como todo lo que acaba en -ismo. Pero para centrar las ideas, copio y pego de la RAE (en la Wiki no está todavía ;-P)

igualitarismo
1. m. Tendencia política que propugna la desaparición o atenuación de las diferencias sociales.

Recuerdo mi época universitaria como una de las mejores de mi vida a nivel tanto académico-profesional (sí, aunque no cobrara, estudiar era mi trabajo) como personal. Sentía que evolucionaba y crecía cada día, notaba las mejoras, me asombraba al reflexionar sobre cómo era antes y compararlo con el estado sólo unas semanas después. Al terminar mis estudios, no tuve que pasar por el estatus de becario para acceder al mercado laboral. Estábamos en la época dulce de las punto-com y con los profesionales del ramo había una locura similar a la que hasta hace bien poco había con las hipotecas. Incluso me encontré con casos pintorescos como el de un Ingeniero de Caminos que trabajaba conmigo: "Me lo ofrecieron sin más".

Volviendo al tema, uno de los contertulios se quejaba amargamente de que, actualmente, las empresas cubren con becarios parte de sus necesidades de recursos humanos. No acabo de entender por qué se rasgaba las vestiduras, probablemente porque aunque la situación fuera vox pópuli, él se enteró esa misma mañana... Poco después leyeron un e-mail de un oyente donde traducía a lenguaje laboral una de las verdades más crudas de la ley de mercados: los productos indiferenciados y no especializados sólo pueden competir en precio. En este caso el producto es el trabajo que realiza la persona, y si no se diferencia del que realizan otros, no es especializado y sólo puede entrar en el mercado laboral haciéndolo cada vez más barato (el que se llame becario o no, es anecdótico).

Y aquí surgió LA palabra. Igualitarismo. Si hicieramos el mismo ejercicio de traducción al lenguaje laboral, se podría decir que es la tendencia (política?, social?, económica?) que propugna la desaparición o atenuación de las diferencias laborales. Pero lo verdaderamente grave es que lo aplicó a la enseñanza universitaria: tendencia que propugna la desaparición o atenuación de las diferencias académicas. Y tiene razón.

¡Que todo el mundo estudie en la universidad!¡Que todo el mundo tenga su título!¡Todos iguales!¡Valga o no valga!¡Quiera o no quiera!¡Lo único que importa es tener la etiqueta, que es lo que me va a salvar del paro y convertirme en la élite! Pues no. La etiqueta sirve para diferenciar los que la tienen de los que no la tienen. Si todos la tienen, no sirve para nada porque no diferencia nada. Estamos bajando el listón para que todos puedan llegar. ¿Y cual es el resultado? Que estamos igualando POR DEBAJO!!!

jueves, 2 de octubre de 2008

Benzin

Las gasolineras parecen ser lugares extraños que pertenecen a un mundo paralelo. Han evolucionado desde los cutres surtidores aislados, instalados a las puertas de una destartalada cabaña al lado de una carretera polvorienta, como se ven en el cine, a ser casi más grandes que los centros comerciales, con supermercado, restaurantes, hotel, guardería y demás historias. Incluso los hay que se convierten en verdaderos oásis en medio del desierto, como uno que conozco en EAU que tiene los únicos establecimientos donde comprar algo de comer en varias decenas de kilómetros a la redonda. Y, como no podía ser menos, lo que ocurre en ellas, también es casi de otro mundo.

El otro día Ishtar recomendaba tirar casi todo lo que significara pasado para no anclarnos y poder evolucionar. Yo empecé a hacer lo propio en casa el otro día, y descubrí que tengo trabajo para rato. Me asombró la cantidad de cacharros y cachivaches que me resistía a tirar, y que al cabo de los años no hacen otra cosa que criar polvo en algún rincón de la casa. Así que me pregunté: ¿para qué quiere alguien un compresor de aire en casa? Lo digo porque en varias gasolineras he visto que debes ir a pedir el manómetro para comprobar la presión de los neumáticos. Ergo, los roban. Ergo, alguien tiene uno de esos trastos en casa.

También he llegado a ver esto en una gasolinera, sin que el individuo en cuestión llegara a arrancar nada (me consta que hay quien sí lo ha vivido, con riesgo de incendio y todo). El tío había pedido que le repostaran, había ido a pagar, y pensaba arrancar sin preocuparse de nada. Había que ver la bronca que le pegó al pobre chico de la manguera por no haberle avisado. Como si la manguera no se viera, o como si el dueño no tuviera que comprobar nada.

Y, por supuesto, yo también he hecho de las mías. A veces he de mover el coche para que no me sucediera esto. Pero lo más fuerte fue el otro día, al salir de la oficina, debía tener la cabeza en otro mundo porque, al mirar el reloj del salpicadero cuando salía de la gasolinera, pensé: "Esa lucecita amarilla debería estar apagada". La cara del tipo al que le pedí que moviera el coche porque no había repostado era para sacarle una foto.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Filosofía doméstica


El otro día, mientras intentaba que la entrada de mi casa no pareciera que estaba en zafarrancho de combate, con la maleta a medio deshacer y un montón de cosas más por medio, descubrí que yo también tenía alma de filósofo.
Cuando estudié Filosofía en 3º de BUP y COU, mi profesor (muy bueno, todo sea dicho de paso) se empeñaba en decirnos que, si alguien se hace preguntas sobre su existencia, está filosofando. Por lo general la Filosofía, tal como la concebían los antiguos, la usan, en nuestros días, cuatro colgados drogados hasta las orejas, que miraban las estrellas sentados en tumbonas de playa en la azotea de un edificio.
Pero el domingo por la tarde descubrí mi alma de filósofo al descubrirme haciéndome estas (y muchas más) preguntas:

  • ¿Cómo puede una sola persona plegar, de forma lógica, una sábana para una cama de matrimonio?
  • ¿Cuántas cacerolas te sobran?
  • ¿Por qué en la lavadora entran los calcetines por parejas y siempre sale uno desparejado?
  • ¿Por qué las plantas salvajes no necesitan agua y las domesticadas sí?
  • ¿Por qué las sartenes nunca son de la medida exacta que necesitas?
  • ¿Dónde se queda el agujero cuando te comes la rosquilla?
  • ¿Por qué no empiezas a buscar ese libro por el último lugar donde se te ocurriría dejarlo?
  • ¿A quién se le ocurrió fabricar ventanas sin persianas?
  • ¿Tienes en hora el reloj de la cocina?
  • ¿Cuanto se tarda en decidir colgar una lámpara?
  • ¿Qué es mejor, una pared sin cuadro o un cuadro sin pared?
  • ¿Cuántos cubiertos usas a lo largo del día?
  • ¿Alguien usa los soportes para huevos que hay en la nevera?
  • ¿Cuanto pueden sobrevivir los jazmines sin agua?
  • ¿Es verdad que los tupper ni se crean ni se destruyen, sino que sólo se transforman?
  • ¿Cómo es que tengo cuatro mecheros en casa si no fumo y tengo cocina eléctrica?
Desde luego, cualquiera que quiera puede completar esta lista con las preguntas que, a buen seguro, os haceis mientras os afanais en las tareas domésticas.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Una lista, ¡qué horror!

Siempre he pensado que, mientras que no se puede discutir que 2+2=4, calificar en asignaturas de Letras es más subjetivo. Esta fue una de las razones por las que siempre me han gustado más Ciencias que Letras: no me quería ver expuesto al albedrío de algún profesor amargado. La otra razón es una pesadilla que se repetía constantemente durante mi época de estudiante: llegar a un exámen que me había preparado a conciencia y quedarme con la mente más en blanco que el papel que tenía delante. Nunca me he quejado de mi memoria, que siempre me ha funcionado muy bien, pero nunca he dejado de sentir miedo por si se me olvidaba algo que, a juicio del calificador, fuera más importante de lo que me parecía a mí.

Casi había conseguido olvidarme de esa sensación, ya que entre los estudios y el trabajo no he necesitado memorizar nada salvo en contadas ocasiones, con resultado dispar que ya contaré otro día. Pero el otro día, gracias a Carome, me volvieron las pesadillas. 6 cosas que me hicieran feliz... Parece fácil, pero cuando empecé a pensarlo, no parecía venirme nada a la cabeza. Es curioso que, al menos en mi caso, sólo analizo los porqués cuando no me siento bien, para intentar no repetir, pero no cuando me siento bien para intentar repetir. Puede que sea deformación profesional. El caso es que aquí estoy, delante del PC, exprimiendome los sesos, a ver qué tal sale.

La primera es fácil: sentir esa mirada que significa todo. Me parece lo de las miradas debe ser igual de bueno que jugar al poker y perder, que ganar es ya la leche: no me suele pasar.

La satisfacción del trabajo bien hecho. No soy un fanático del trabajo, y creo que por muy enriquecedor que fuera, si el dinero me cayera del cielo haría otras cosas, pero ya que trabajo en algo que me gusta, si encima sale bien...

El recibir visitas inesperadas tampoco me ocurre a menudo, porque vivo un poco a desmano de casi todo el mundo que conozco, pero me encanta. Quizás como la gente se prodiga poco, cuando ocurre me pillan sin pastitas para el café o con la casa patas arriba, pero no hay que asustarse.

He descubierto que me encanta decidir en el último momento el destino del viaje, por ejemplo, cuando te levantas por la mañana para salir poco después.

Y en cada viaje intento descubrir un rincón desconocido; puede ser un paisaje, una calle escondida, un restaurante o simplemente un lugar cualquiera con encanto. Pero esto no siempre es posible, porque conoces demasiado el sitio, o porque no hay nada que descubrir.

Y la última, os reireis, pero es así: una noche de pijama y sofá, con un libro y buena música, o con una buena película, después de una semana de viaje por trabajo.

No ha quedado mal la lista esta. Asusta más de lo que es en realidad. Lo que me niego en redondo a hacer es intentar repasar toda la gente a la que le ha llegado este meme para no coincidir en los encargos, así que confiaré en que sea suficiente con no incluir los blogs que ya lo han publicado. Ahí van los siguientes destinatarios: Belona, Isthar, Joseph Cartephilus, Bito, DIF y Ligeia. Que aproveche....

miércoles, 20 de agosto de 2008

Back in business

-¡Hola!

- Hola... hola... hola... la... la... a... a... a...

Hay veces en que te asalta la sensación de que te has pasado tres pueblos. Era normal cuando empezabas a salir con los amigos y tanto tú como tus padres aun no le habíais cogido el ritmo: llegabas a las 7 de la mañana y pensabas "me he pasado". Y el puro que te caía te confirmaba que tus padres pensaban lo mismo. Luego los horarios no cambiaron pero se convirtieron en lo normal, así que la sensación desapareció.

Aunque es absurdo a mis años, me asaltó la misma sensación cuando, al acabar mis vacaciones, mantuve con mi nevera la corta conversación que encabeza este post. Estaba tan vacía que había eco. Sí, he estado de vacaciones, por si alguien no se había dado cuenta. Así que el misterio de porqué no posteaba, está más o menos desenmarañado. Y digo más o menos porque reconozco que el esfuerzo asociado a publicar es prácticamente nulo: han sido unas vacaciones modelo "gorrino pachón" (Joaquín Reyes dixit).

Todo empezó hace poco más de un mes, cuando mi empresa me regaló una estancia de doce días en Emiratos Árabes Unidos, ni de trabajo ni de vacaciones. ¿Y qué hago yo allí? Para aquellos que querais saber más, or recomiendo Missing Luggage, donde he compartido, vivido y/o presenciado como actor secundario invitado muchas de las anécdotas que cuenta Carome.

De regreso volé directamente a vacaciones, previo paso por Madrid donde acabé de solucionar unos papeleos, y me fui a mi tierra, donde estuve de visitas varias a familiares y amigos de todo pelaje y condición, algunos de los cuales no veía desde hacía años. Algunas pinceladas de lo que hice: cena y copitas en Altea, a ser posible de cara al mar, es un privilegio; y Joker se sale.

Y las vacaciones, como todo lo bueno y lo malo, se acaban. Así que el domingo por la tarde regresé a casita y, tras conversar con mi nevera y sentir durante un instante que habia estado demasiado tiempo fuera, aunque sólo habían sido dos semanas, volví a la dura (?) realidad de soltero. Al dia siguiente pasé por el supermercado sin lista, porque cualquier cosa que comprara seguro que me hacía falta, en vista del estado de mi nevera. Como es normal, me equivocaba: tengo suministros de papel higiénico y rollos de cocina hasta Navidad.

No puedo acabar sin agradeceros a todos los que, de una forma u otra, por mail o comentando en mis blogs o en persona, os habeis acordado de mí y, aunque poquito y cada uno a su manera, me habeis echado de menos.

jueves, 3 de julio de 2008

Cachas (II)

Poco a poco me doy cuenta que los gimnasios encierran todo un ecosistema de personajes curiosos. Entre la jungla de hierros y máquinas de tortura propias de la Inquisición que decoran el interior de cualquier gimnasio pulula una fauna de especímenes de ambos géneros de lo más dispar. Tanta biodiversidad sólo la he encontrado en Lavapiés, el Soho londinense y cierta Facultad de la Universidad de Valencia (aunque yo sea de la Politécnica, la curiosidad me puede). Sin vivir en una ciudad cosmopolita, me he dado cuenta de la cantidad tan grande de diferentes tipos de personajes que habitan en los gimnasios. Debe ser que no sólo pasa aquí.

Los especímenes masculinos se pueden clasificar en los siguientes grupos:

  • Profesional: modelo 2(ancho)x1(fondo), independientemente de la altura del individuo. Si nos limitamos a mi entorno, puedo citar al monitor de mi gimnasio, que ha competido a nivel nacional, un rumano concentrado 100% que parece un leñador de Transilvania y una simbiosis extraña entre excarcelario y portero de discoteca, con la piel tapizada de tatuajes.
  • Pseudo-profesional: aunque con el cuerpo trabajado, no llegan ni de lejos, al modelo profesional 2x1. los más abundantes. Si hay algo que los caracteriza es la agresividad: parece que hayan comprado todas las máquinas del gimnasio. Tienen su rutina de ejercicios bastante depurada y no dejan que nada les distraiga. Y cuidado con cruzarte por la calle con su Peugeot ultra-tunning total.
  • Los normales: como yo, que hacemos lo que podemos.
  • Carne de agujetas: suena despectivo, pero es lo que parece. Visitan el gimnasio como si fueran de cañas a un bar nuevo: lo prueban todo. Así acaban, sin poder moverse, odiando la mala hora en que decidieron hacer un poco de ejercicio.
¿Y las féminas? ¿Qué pasa con ellas? Pues dejando aparte las que "no vamos al gimnasio porque no lo necesitamos" (no voy a dar nombres), también existen especímenes extraños y clasificaciones para ellas:
  • La monitora de aerobic, profesional. Sólo diré que la primera vez que me crucé con ella, yo estaba de espaldas y al oirla hablar, dudé. Y cuando me giré para mirar, dudé más.
  • Cuarentonas ociosas: van a aerobic a pasar el rato, a partirse de risa, a quedar para más tarde. Sin objetivos, sin prejuicios. Puede que sean las únicas personas que entienden verdadermanete esto de hacer ejercicio.
  • Vampiras: en los treinta y tantos. Están buenas. Y lo que es peor, lo saben y te lo restriegan por la cara. Vienen al gimnasio como al coto de caza. Se rehuyen mutuamente, como los leones al entrar en territorio ajeno.
  • Proto-profesionales: fanáticas del ejercicio físico, que no de la musculación (menos mal). Parece que sólo que viven para correr más tiempo, hacer más abdominales, darle más a la bici. Creo firmemente que tienen un problema psicológico: no parecen convencerse de que las tetas nos gustan. Normalmente revolotean alrededor de los grupos pseudo-profesionales masculinos.

lunes, 23 de junio de 2008

Máquinas infernales (I)

Quiero empezar con un pequeño inciso: algo que he notado entre la gente de mi gremio es que estamos un poco verdes en lo que se refiere a la historia de la materia principal de nuestro trabajo. Un artista sabe, aunque sea poco, de Historia del Arte, un escritor sabe quién era Baudelaire sin mirar la Wiki (como yo), y un Ingeniero de Caminos es casi devoto de Cauchy. Bien, preguntadle a un informático sobre qué había antes de los '80 y conseguiréis una mirada increíble, mezcla de odio, rencor y perplejidad. Vamos, que ni puta idea.

Para los que tengais curiosidad, este es un buen libro sobre los inicios de la informática (como tratamiento de la información, no como cacharrería electrónica) allá por los inicios del siglo XX, siempre que dejemos aparte el tono mezcla de lucha-proletaria-antisistema y descubridor-de-escándalos-ocultos. Lo que inicialmente era un monstruo de varios metros cúbicos de acero con aspecto de máquina de coser inmensa, se ha convertido en un portátil monísimo que cabe en cualquier lado y que permite hacer prácticamente de todo. Es decir, en menos de un siglo ha habido una evolución increíble en la informática, y que parece no tener tope. Si algo inicialmente tan "industrial" a primera vista como un ordenador, que sirve para gestionar información, ya lo que tenemos en todas las casas a pesar del "ingente" nivel de información a gestionar en una casa (fotos, recetas, libros, o las descargas del eMule)... ¿qué pasa con las lavadoras?


Cuando compré la casa con mi ex, se empeñó en que compraramos una lavadora que durara (?). Bien, en la tienda nos aconsejaron: "Esta". Perfecto, grande, blanca, muy mona. Reconozco que, hasta ahora que me acabo de separar, me he ocupado de la lavadora lo mismo que de los agujeros negros en el espacio exterior: ambos están ahí. Punto. Llegó el día en que todo se acaba, nuestra relación también, y poco después una necesidad imperiosa hizo acto de presencia: la colada. El primer dilema llegó en la selección del programa. 8 diferentes, con/sin prelavado, estándar/corto, normal/extra de agua, 5 temperaturas y 6 niveles de revoluciones a elegir. Así a pelo, y por pura matemática, salen 1920 combinaciones. Aparte de que parece que esté pidiendo una pizza, acertar la correcta entre las 1920 posibles parece imposible. La única ayuda es que, dependiendo del programa inicial seleccionado, hay combinaciones del resto no disponibles. Aunque no tengo el cáculo hecho, supongo que saldrán sobre 100 o 200 combinaciones. Valga decir que, desde que estoy sólo, he usado 3. Mola, ¿eh?

Al principio utilicé una opción que ponía "Automático". Pensé que era como la opción "Típica" de los programas de informáticos, que sin ser perfecta, te deja hacer cosas: estaba salvado. Puse la ropa sin orden ni concierto dentro de la lavadora, modo automático, la combinación de detergente y suavizante que mi buen juicio entendió como correcta, botón de "start", y una hora y media después obtuve una masa informe de telas descoloridas a medio lavar que no me atreví a destinar a trapos por si ensuciaban más que otra cosa. Tras consulta a los próceres de la materia (mi madre) me empezó a entrar el estrés: separar la ropa por color, tono, tejido, uso, nivel de suciedad y fase de la luna; cada una con su programa, el resto sobran; si no tienes para una lavadora, puedes elegir entre esperarte, poner el programa corto o rellenar con ropa limpia del mismo tipo (?); si notas que te quedas corto de alguna prenda (por ejemplo, calcetines) te compras más (buena solución, se lo diré a los gurús de Dirección de Operaciones), nada de mezclarlos con otras cosas; ten siempre más detergente y suavizante de sobra, que siempre llega el día que has de hacer la colada y no hay. "Espera", dije, "¿todo eso para una simple lavadora". "Pero si es muy fácil". "¿Fácil? Estás de broma, ¿no?". "No". Se me cayó el alma a los piés.

Desde entonces sigo a rajatabla todas las indicaciones, con lo que la ropa sale más o menos "viva" de mis manos, pero nunca dejo de desear que, ahora que Bill Gates ha abandonado la presidencia de Microsoft después de conseguir hacer fácil algo tan críptico como la informática de antes de los '80, dedique unos milloncejos a comprar una fábrica de lavadoras y desarrolle un "Automático" como todos esperamos.

martes, 10 de junio de 2008

El supermercado (II)

La gente es tonta. Este también podría haber sido un buen título para el post de hoy. O podría haberle puesto uno de esos títulos de conferencia tan rimbombantes con dos puntos, o con punto y seguido, como "El arte de perder el tiempo. Reuniones con el jefe" o "Sabemos quién es usted: paranoia práctica". En este caso "Supermercado (II): La gente es tonta".

Dejemos el título como está y vayamos a lo que importa: la gente es tonta. He ido al supermercado a por leche, sal, pan y huevos (que no estaban en la lista que prometí hacer, un bug lo tiene cualquiera así que menos risitas) y cual ha sido mi sorpresa al comprobar que no habia ni leche ni huevos. Normalmente hay dos estanterías llenas de cartones de huevos de diferentes tamaños y colores y no menos de diez metros de palets con cajas de botellas de leche, con sus correspondientes estanterías a rebosar de botellas sin caja. Pues nada. Nada de nada. Los escenarios apocalípticos de algunas pelis de ciencia ficción de serie B se quedan cortos ante el espectáculo que he visto hoy. Yo tenía los ojos como platos de ver aquello, pero una chica delante mío era menos comedida y se reía a carcajadas. El caso es que, por causa de fuerza mayor, me he vuelto sin huevos ni leche.

Estamos en el segundo día de una huelga de transporte en carretera, que son básicamente camioneros autónomos, y pescadores, como protesta por el precio del carburante. Por desgracia, las huelgas en este país siguen el patrón de "hago huelga, ergo haces huelga o te parto la cara", cuyos representantes reciben el título honorífico de piquetes informativos. Y entonces alguien sin muchas luces pero con ganas de protagonismo dice que van a haber problemas de abastecimiento en las gasolineras y en los supermercados. La gente es tonta y le hace caso: todo el mundo cree que llega el Fin del Mundo, arrasa las gasolineras y los supermercados, porque cree que lo que quepa en el depósito y el maletero de sus coches va a salvarles de la catástrofe que se avecina. Resultado: hay problemas de abastecimiento en gasolineras y supermercados CREADOS ARTIFICIALMENTE.


Vamos a ver: estamos en España. Así a ojo, estamos entre las diez economías de este mundo. Un montón de organismos internacionales dice que se vive de puta madre, mejor de lo que nos creemos nosotros mismos. Tenemos una sociedad, unas infraestructuras y una serie de servicios que no se van a venir abajo porque los camioneros hagan huelga. Estoy de acuerdo en que será incómodo: hoy he tardado 90 minutos en el recorrido hasta la oficina cuando normalmente tardo 25 porque los piquetes, con camiones y todo, se han adueñado de dos de los tres carriles de la autopista en plena hora punta; me he venido a casa sin leche ni huevos; y a lo mejor cuando mañana o pasado vaya a la gasolinera me tocará hacer cola o ponerle diesel del caro. Pero un poco de calma: nadie se va a morir de hambre, ni se van a quedar los coches en las carreteras como en "Mad Max II".

En caso de emergencia y como tenemos la Eurocopa por la tele, podemos tirar de Telepizza para cenar durante un mes, y luego intentar quemarlo todo en el gimnasio. Espero que los piquetes no consideren eso transporte de mercancías...

jueves, 29 de mayo de 2008

Cachas (I)


Dicen que uno de los síntomas más característicos de la crisis de los cuarenta es querer volver a ser joven. Así dicho sin apasionamiento sólo me sugiere una respuesta: ¿Y quién no? Puntualicemos, a los cuarenta se te nota más. Hay elementos que incluso a los 60 quieren aparentar 30. Y más allá roza en lo patético. Pero a los cuarenta es cuando surge con más fuerza ese ansia por recuperar el tiempo perdido.

Bien, temblando estoy de llegar a esa edad, porque mi familia piensa que estoy intentando recuperar el tiempo perdido y volver a ser jóven. Es decir, si ahora estamos así, dentro de unos años ¡agárrate!. El primer síntoma fue apuntarme al gimnasio. La verdad es que en Navidad, las cifras que manejaba la báscula la subirme encima empezaban a ser mareantes, así que le hice un tercer grado a mi hermano, que después de casi quince años entre pesas y máquinas debe saber un poco del negocio, y le pedí unas cuantas guías maestras.

Por ahora diré que se está ganando el sueldo (el consultor me ha salido barato, por eso del nepotismo familiar), y que empiezo a cogerle el aire a desahogarme sudando como un cerdo con otros energúmenos de los cuales hablaré en otro momento. Después de uno de esos días agotadores y estresantes, descargas toda la adrenalina que puedes intentado levantar una increíble carga de... 2kg. Mierda. Paciencia y constancia, te recuerdan, pero nunca eres consciente de la poca cantidad que tienes de esto cosas hasta que llegas a situaciones como la que describo.

Pero una de las cosas con las que no habia contado es con la ropa. ¡Menuda ruina! Toda, todita, a tomar por saco. Aprovecharé para darle unas pinceladas al estilo. Tambien me lo avisó mi hermano: "Cuando llegues al punto que quieres en el gimnasio y te veas bien en el espejo, vas a querer colgarte más cosas que un árbol de Navidad". Creo que tiene razón.

viernes, 23 de mayo de 2008

Fauna vecinal (I)


Vivo en un barrio residencial de nueva construcción a las afueras. Tan nuevo, que la primera semana no había ni autobús, el teléfono tardó cuatro meses, no tuve que pagar la electricidad hasta que varias semanas despues hicieron la conexión definitiva. Además el barrio es tan tranquilo que casi puedes oir un pelo caer al suelo. Jardines y parques por todos los lados. Idílico, ¿no?. Pero hay algo que no cambia, y son los vecinos. Estos no creo que sean nunca idílicos, sean quienes sean.

En este país, pese a quien pese, lo único que parece importante es aparentar. El traje más caro, el restaurante más chic, el coche más molón y, por supuesto, la casa más grande. Este barrio parece que haya atraído a todos los que quieran aparentar que viven en el Palacio de Oriente. Pues no, estais igual que yo, porque este barrio es la intersección entre lo que podiamos pagar y lo que parece razonable recibir a cambio. Así de crudo es esto.

Creo que no nos falta de nada: familias jovenes con hijos (mayoría), especuladores a los que la crisis va a dejar con el culo al aire, un mascachapas egoista y chulo, una "diva" al estilo de Belén Esteban, jubilados con Mercedes y BMW, incluso una familia china que tienen una tienda del todo a cien (¡y nosotros estudiando en la universidad!). Parece la canción de Sabina "Todos menos tú".

lunes, 19 de mayo de 2008

El supermercado (I)


Bueno, llegó la primera prueba: ir a hacer la compra. Antes de irme a Suiza estuve una año en Madrid, en un piso compartido cerca del centro, y creía que mi experiencia me serviría de algo. Me decía: "Has sobrevivido un año en Madrid, cuatro en Suiza, otros dos de vuelta a Madrid y otros dos aquí. Esto no puede ser tan difícil". Pues sí lo es.

Entre unas cosas y otras, haría como un mes que no hacía la compra. Os aseguro que no hay nada podrido en mi nevera, aunque no os lo creais. Pero es cierto que hace mucho que no pasaba por el supermercado. Directo desde el trabajo, coche en el parking, carrito, y allá voy. No me he dado el placer de curiosear cosas para probar: estaba petado de gente y la última vez que probé algo a ciegas, me llevé un chasco enorme. Por cierto, no probeis el kéfir. Pero he tomado nota mental de algunas cosas: quesos nuevos, zumos raros y alguna que otra cerveza de importación. Para la próxima.

La primera sorpresa ha sido al pagar: lo mismo que cuando compraba para dos. Espero que dure el doble, al menos lo que esté envasado o en conserva. La siguiente sorpresa ha sido al llegar a casa y comprobar que tenía tres tarros ennoooormes de mayonesa, tres docenas de botellas de agua mineral, una cantidad absurda de tomates, pero el resto de la ensalada, o tan siquiera una mísera manzana, seguían en el supermercado. Como buen ingeniero ya tengo acotada la causa más probable del error: todo consiste en darte una vuelta por casa para saber qué es lo que tienes y qué te falta. Otra solución, que por ahora dejo como plan B, es hacerme una lista (sí, me he reido mucho de la gente que hace listas para todo, pero no quiero volver a ver alguna sonrisita).

Pero no todo ha sido catastrófico: por primera vez, me he acordado a tiempo de validar el ticket del aparcamiento.

jueves, 15 de mayo de 2008

Las 6 w´s


Dice una máxima del periodismo anglosajón que el primer párrafo de un artículo debe responder a las 6 w's: what, when, who, where, why, how (ya, la última no empieza por w, pero esta gente es muy flexible en sus refranes). Voy a intentar hacer lo mismo, aunque no en ese orden, y como legítimo dueño del blog, su contenido y mi intimidad, me voy a reservar el derecho de callarme lo que me de la gana.

Nací en Valencia, donde estuve hasta que la llamada del trabajo me invitó a emigrar a Madrid, primero, y a Zürich después. Tras la aventura suiza, a la que animo a todos, regresé por mis fueros y volví a Madrid, una ciudad que, por muchos tópicos que se le apliquen, sólo encaja en que es la ciudad más acogedora que conozco, no sólo por mi experiencia personal, sino por lo que me cuenta toda la gente que no es nacida en Madrid.

Vivo al sur de Madrid, en una tranquila ciudad que no ha sido invadida, por ahora, por el virus de la megalomanía urbanística. Con el aire de crisis que se palpa en el ambiente, creo que tardará algunos años en llegar, así que viviré tranquilo un tiempo. Trabajo cerca de la capital en una empresa de tecnología que me lleva a viajar por el mundo constantemente, para regocijo mío y desesperación de mi ex cuando aun estábamos juntos.

Y poco más que contar ahora. Entended que si lo cuento todo aquí, no me queda para el resto del blog.

lunes, 12 de mayo de 2008

Empecemos

Después de una relación de ocho años y medio, empiezo ahora a vivir a mi aire. Mi ya ex está ahora mismo acabando de recoger sus cosas, y yo estoy en Valencia tomándome unos días de descanso de ésto y de todo.


Intentaré que éste no sea un blog donde llorar mis penas y donde se puedan leer mis pensamientos más personales e íntimos. Para eso ya tengo éste. Aunque no faltará la imaginación y la ironía, no llegaré a estos extremos. Quiero que sea una pequeña crónica de las pequeñas batallitas diarias que nos suceden a todos, pero que no se suelen contar.