miércoles, 17 de septiembre de 2008

Filosofía doméstica


El otro día, mientras intentaba que la entrada de mi casa no pareciera que estaba en zafarrancho de combate, con la maleta a medio deshacer y un montón de cosas más por medio, descubrí que yo también tenía alma de filósofo.
Cuando estudié Filosofía en 3º de BUP y COU, mi profesor (muy bueno, todo sea dicho de paso) se empeñaba en decirnos que, si alguien se hace preguntas sobre su existencia, está filosofando. Por lo general la Filosofía, tal como la concebían los antiguos, la usan, en nuestros días, cuatro colgados drogados hasta las orejas, que miraban las estrellas sentados en tumbonas de playa en la azotea de un edificio.
Pero el domingo por la tarde descubrí mi alma de filósofo al descubrirme haciéndome estas (y muchas más) preguntas:

  • ¿Cómo puede una sola persona plegar, de forma lógica, una sábana para una cama de matrimonio?
  • ¿Cuántas cacerolas te sobran?
  • ¿Por qué en la lavadora entran los calcetines por parejas y siempre sale uno desparejado?
  • ¿Por qué las plantas salvajes no necesitan agua y las domesticadas sí?
  • ¿Por qué las sartenes nunca son de la medida exacta que necesitas?
  • ¿Dónde se queda el agujero cuando te comes la rosquilla?
  • ¿Por qué no empiezas a buscar ese libro por el último lugar donde se te ocurriría dejarlo?
  • ¿A quién se le ocurrió fabricar ventanas sin persianas?
  • ¿Tienes en hora el reloj de la cocina?
  • ¿Cuanto se tarda en decidir colgar una lámpara?
  • ¿Qué es mejor, una pared sin cuadro o un cuadro sin pared?
  • ¿Cuántos cubiertos usas a lo largo del día?
  • ¿Alguien usa los soportes para huevos que hay en la nevera?
  • ¿Cuanto pueden sobrevivir los jazmines sin agua?
  • ¿Es verdad que los tupper ni se crean ni se destruyen, sino que sólo se transforman?
  • ¿Cómo es que tengo cuatro mecheros en casa si no fumo y tengo cocina eléctrica?
Desde luego, cualquiera que quiera puede completar esta lista con las preguntas que, a buen seguro, os haceis mientras os afanais en las tareas domésticas.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Una lista, ¡qué horror!

Siempre he pensado que, mientras que no se puede discutir que 2+2=4, calificar en asignaturas de Letras es más subjetivo. Esta fue una de las razones por las que siempre me han gustado más Ciencias que Letras: no me quería ver expuesto al albedrío de algún profesor amargado. La otra razón es una pesadilla que se repetía constantemente durante mi época de estudiante: llegar a un exámen que me había preparado a conciencia y quedarme con la mente más en blanco que el papel que tenía delante. Nunca me he quejado de mi memoria, que siempre me ha funcionado muy bien, pero nunca he dejado de sentir miedo por si se me olvidaba algo que, a juicio del calificador, fuera más importante de lo que me parecía a mí.

Casi había conseguido olvidarme de esa sensación, ya que entre los estudios y el trabajo no he necesitado memorizar nada salvo en contadas ocasiones, con resultado dispar que ya contaré otro día. Pero el otro día, gracias a Carome, me volvieron las pesadillas. 6 cosas que me hicieran feliz... Parece fácil, pero cuando empecé a pensarlo, no parecía venirme nada a la cabeza. Es curioso que, al menos en mi caso, sólo analizo los porqués cuando no me siento bien, para intentar no repetir, pero no cuando me siento bien para intentar repetir. Puede que sea deformación profesional. El caso es que aquí estoy, delante del PC, exprimiendome los sesos, a ver qué tal sale.

La primera es fácil: sentir esa mirada que significa todo. Me parece lo de las miradas debe ser igual de bueno que jugar al poker y perder, que ganar es ya la leche: no me suele pasar.

La satisfacción del trabajo bien hecho. No soy un fanático del trabajo, y creo que por muy enriquecedor que fuera, si el dinero me cayera del cielo haría otras cosas, pero ya que trabajo en algo que me gusta, si encima sale bien...

El recibir visitas inesperadas tampoco me ocurre a menudo, porque vivo un poco a desmano de casi todo el mundo que conozco, pero me encanta. Quizás como la gente se prodiga poco, cuando ocurre me pillan sin pastitas para el café o con la casa patas arriba, pero no hay que asustarse.

He descubierto que me encanta decidir en el último momento el destino del viaje, por ejemplo, cuando te levantas por la mañana para salir poco después.

Y en cada viaje intento descubrir un rincón desconocido; puede ser un paisaje, una calle escondida, un restaurante o simplemente un lugar cualquiera con encanto. Pero esto no siempre es posible, porque conoces demasiado el sitio, o porque no hay nada que descubrir.

Y la última, os reireis, pero es así: una noche de pijama y sofá, con un libro y buena música, o con una buena película, después de una semana de viaje por trabajo.

No ha quedado mal la lista esta. Asusta más de lo que es en realidad. Lo que me niego en redondo a hacer es intentar repasar toda la gente a la que le ha llegado este meme para no coincidir en los encargos, así que confiaré en que sea suficiente con no incluir los blogs que ya lo han publicado. Ahí van los siguientes destinatarios: Belona, Isthar, Joseph Cartephilus, Bito, DIF y Ligeia. Que aproveche....